Pedir a un artista de la naturaleza exuberante y incontenible como Hilda Zagaglia que extraiga de su desmesurada producción un destilado de su arte para ponerla en diálogo con obras de artistas italianos de la colección permanente Contemporanea del Istituto Italiano di Cultura es como encauzar a un río caudaloso entre riberas angostas. Sin embargo, de manera mágica, Hilda ha sintetizado en el modo que aquí se puede apreciar su visión estética, hecha de formas, colores y materias a veces afines, a veces en contraste con las de los artistas de la Accademia di Brera con los cuales ha entablado su diálogo. La analogía y el oxímoron son la unidad de medida del lenguaje alquímico usado en esta circunstancia por nuestra artista, que lo interpreta con la desenvoltura respetuosa de quien manipula los códigos del arte para reinventar constantemente el mundo. Sus cajitas, evocadoras de relicarios, tabernáculos votivos y ex voto de la tradición religiosa cristiana, se rellenan de signos y elementos provenientes de aquellas otras culturas autóctonas pre-coloniales de las cuales se siente portadora, dando vida así a una tensión sincrética de fuerte impacto visual y de sentido. Cuando entran en contacto con las obras de Angela Occhipinti o de Diego Esposito, acuarelas y papeles finísimos y asimismo esotéricos, sus esculturas forman un reticulado en el espacio donde se entra en puntas de pie, más o menos conscientes de cruzar el umbral hacia un universo de resonancias y de correspondencias misteriosas que se dejan intuir sin jamás poder ser sometidas a la univocidad del sentido acabado.
Polisemia que se entrecruza y se desanuda desde sus obras, pasando de la babélica espiral abierta a la clausura de los círculos concéntricos. Es ahí que se inscribe el ritmo de esta muestra, en la permanente ósmosis de formas y sentidos que dan al arte de Hilda Zagaglia el respiro del eterno devenir.
Donatella Cannova
Directora del Istituto Italiano di Cultura de Córdoba
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